Una mujer, que fue hombre, que fue ave, que fue lámpara, que fue cardumen, que fue heleno y etrusco, que peleó en las Cruzadas, que escupió la última sangre con sus pulmones negros, que llevó y trajo consigo la desgracia.
A orillas del mar, fui violada por mi padre mientras mi madre nos miraba.
La tercera en discordia por honor y gracia de mi maldito estigma.
La otra que soy en el espejo se retuerce en la baba de su lástima mientras me abren el cráneo en el quirófano.
Quienes me rodean se apoderaron de mi clavícula, de mis ovarios enfermos, de mis vísceras.
Hacia atrás y hacia adelante los caminos que parecen infinitos son uno solo.
Del otro lado del círculo –suponiendo que fuera capaz de traspasarlo- me espero para darme la recompensa por los hijos que jamás salieron de mi vientre y por los hombres que no disfrutaron de mi cuerpo.
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