lunes, 6 de octubre de 2008

Una muñeca

Algunas veces, no hoy por suerte, estoy tan enojada que me enoja mi enojo. Entonces, te quiero sacudir como a una muñeca de trapo o como a esos títeres enormes, más grandes que los humanos pero con rasgos entre infantiles y grotescos. Las dos somos eso: infantiles y grotescas, sólo que soy yo la que zamarrea y vos la sacudida. Pero mirá lo que son las cosas. En mi fantasía (no son imágenes, lo juro, son sólo fantasías) al romperte rompo el espejo en el que no me quiero ver. Te tomo de los hombros y en el movimiento frenético empiezan a caer duendes, hadas, seres de luz, violadores, dagas, insultadores inescrupulosos, almas que no encuentran destino y todos los cementerios con sus criptas, sus nichos, sus panteones, sus cruces, en una danza macabra y feliz, con esa felicidad, hermana, y ese dolor, hermana, con el que me contás que una parte de vos ya no es de este mundo.

jueves, 2 de octubre de 2008

Cuando ella llora

Hace varios días que mi hermana llora. Llora tanto y con tal desconsuelo que, supongo, por eso no salió el sol desde hace una semana. Cuando llora se acongojan los pájaros y los duendes que antes la acompañaban a saludar el sol. Llora y llora como en los poemas de Girondo: sale a nado de su propio llanto. Yo le explico que la paciencia, que el mundo, que mañana, que la química... pero a ella sólo le interesan las explicaciones que vienen de otra dimensión, de ese lugar al que yo no tengo acceso. Creo que se calma para que no llore yo. Creo que ella es mi pájaro y mi duende y creo también, que es ella la que me acompaña siempre a saludar el sol.